martes, 10 de agosto de 2010

Chalinas, bufandas, echarpes, pañuelos y +


Chalinas, bufandas, echarpes y otras yerbas similares, están hechas de distintas telas y materiales, dignos todos ellos de ser usados por nosotros con la mayor elegancia.
Así que si te vas de casa a la mañana temprano y volvés a la tarde/noche, además de un abrigo, siempre es bueno llevar una chalina/foulard con vos, porque no sólo te sirve para protegerte del viento frío de la mañana (gélido, a veces, como en este invierno porteño) sino que también te da un toque de estilo.

Si con el transcurrir de las horas la temperatura cambia, probablemente te saques el abrigo, pero para darle un estilo distintivo a tu outfit, no tenés más que dejar que la chalina se convierta en una caricia sensual en el cuello... ponés a volar tu imaginación y la transformás en moño, lazo, mariposa o, por qué no, en un suave collar trenzado.

Si el material lo permite, podemos convertirla en cinturón o en ondulante accesorio, adosándola al bolso o a la cartera, dándole distinta forma según el estilo personal.
Timbú, el basenji
¡Un pañuelo para nuestro mejor amigo!

Si el pañuelo que estás usando es un "gatito", podés transformarlo en pieza única envolviéndolo en la muñeca a modo de pulsera junto al reloj o como brazalete de seda natural o gasa.

Y... "last but not least" ;-) si tenemos tobillos dignos de ser mirados, podemos realzarlos, usando un pañuelo pequeño como hermosa tobillera o, como toque especial, en la tirita o pulsera de un simple par de zapatos o en la parte superior o inferior de un par de botas, dependiendo del diseño de la caña.

Pareciera que las bufandas o las chalinas tienen un algo mágico y seductor... por eso pueden combinarse de miles de formas y de la cabeza a los pies, según nuestro estilo y edad.

Esto es válido aún para los varones, porque además de usarlas de forma tradicional, podrían transformarlas en una original corbata.

Aprovechémoslo entonces y hagamos de un simple pañuelo un aliado incondicional, en cualquier momento del año.



martes, 3 de agosto de 2010

Imagen, Ropa y Estilo



¡Hola amigos del ciberespacioEspero ser bien recibida y desde ya agradezco todos sus comentarios.
Mi admiración desde Estilo "A" (blog al que hoy doy comienzo) a los artistas que han formado las letras con las que compuse la palabra "imagen", porque engalanan mi primera entrada. 


¿Por qué decidí llamarlo estilo "A"?
Porque me siento absolutamente ligada a la ecléctica letra A, empezando por mi nombre Adriana y siguiendo por mi nacionalidad argentina. 
Porque para los antiguos, la A simbolizaba al buey o toro sagrado (Apis y Alef) y casualmente, mi signo solar es Tauro. Porque la A es el primer símbolo del alfabeto y como su significado numérico es el 1, es la versión más simple y elemental de todo cuanto existe.
Porque la A o Alfa (en griego) es el principio, el comienzo a partir de la nada y desde donde se construye cualquier número o concepto. 
Porque, en definitiva, la A es el mítico punto donde convergen todos los puntos del Universo. Y porque además, ésta es la primera entrada del mes de Agosto que, coincidentemente empieza con A y siento que marca el inicio de una nueva y afortunada etapa en mi vida que quiero compartir con Uds.



Sabemos que desde los umbrales del siglo XXI, el homo sapiens se fue transformando (para bien y para mal) en homo videns. 
Para Giovanni Sartori, el hombre, que fue siempre un ser caracterizado por la reflexión, se está convirtiendo en una criatura que mira pero que no piensa, que ve pero que no entiende. 
Coincido con Sartori y creo que el hombre de hoy quiere y necesita ser mirado, es por eso que la imagen ha adquirido relevancia fundamental en nuestras vidas.
¿Pero a qué nos referimos cuando hablamos de imagen?

En primera instancia, podríamos decir que la imagen es una representación mental; es la percepción que la gente tiene de nosotros. 
Y que, en general, se forma en los primeros cinco minutos de encuentro con una persona, porque cuando dos personas se miran y se estrechan la mano comienza entre ellas un sondeo totalmente primitivo, pese a nuestra conducta social y civilizada. Por lo tanto, lo que consciente o inconscientemente transmitimos a los demás en esos momentos, es fundamental para la consolidación 
futura de nuestra imagen.
Si bien existen distintos tipos de imagen, en esta entrada nos vamos a ocupar de la presencia física, porque nos guste o no, lo que comuniquemos a través de nuestra vestimenta, especialmente en ocasiones formales, será nuestra mejor o peor carta de presentación.
En primer lugar, para proyectar una buena imagen corporal, tenemos que crear un estilo propio, saber llevar con naturalidad lo que hayamos elegido y no que las telas que nos visten nos lleven a nosotros.

¿Nunca escucharon una frase como ésta?:
- ¡Qué preciosa blusa tenés puesta! ¿De qué marca es?
- O ¡qué bueno está el pantalón! Y los zapatos ¿dónde los compraste?

Si escuchamos este tipo de comentarios demasiado seguido...
¡Atención!
¡Encendamos nuestras luces amarillas!
¡Danger! ¡Danger! :-)

El hombre de hoy quiere ver y ser visto, mirar y ser mirado.
¡Lo que parece ser un halago, en realidad no lo es! 
Evidentemente, no nos están diciendo qué bien nos queda la ropa que llevamos puesta, sino que, claramente, son las marcas las que más llaman la atención de los demás y se anteponen a nosotros.
Entonces, si queremos proyectar una buena imagen, seamos fieles a nosotros mismos.
 No renunciemos a ser "alguien con estilo" para convertirnos en "algo fashion", (una "it girl" o un "it boy") sin más mérito que ser un ícono de la moda. 
Nuestra mejor imagen tendrá que ser singular e impactante y deberá proyectarse más allá de la ropa que llevemos puesta!
¡De otro modo, nos convertiremos en un lindo y carísimo "outfit" con una mujer o un hombre adentro!   ¡Y eso sí que es una verdadera pena!