Llegó diciembre más rápido de lo que hubiésemos querido... ¡y de su mano llegan también las fiestas, trascendiendo culturas, religiones y países!
En épocas remotas, entre el 20 y el 25 de diciembre, en el hemisferio norte se celebraba el solsticio de invierno; esa noche era el símbolo del nacimiento de la luz, las tinieblas eran derrotadas y se daba comienzo al culto del Sol.
En Roma, cuando las noches eran más largas y frías, se acostumbraba pedir un nuevo año de luz y calor y el dios sol era representado por un recién nacido a quien se veneraba.
Al hacer un recorrido por diversas religiones y creencias, si bien, estrictamente hablando, no aparece este Dios Sol Invicto romano, nos encontramos con algunos seres de luz que coinciden en sus atributos como extraordinarios guías espirituales.
Pero ¿Qué es verdaderamente la Navidad?
Para algunos, tal vez sea una celebración puramente religiosa, digna de ser vivida como su religión se lo ordena; para otros, quizás signifique la realización de un sueño largamente acariciado o el disfrute del ocio creativo. Para unos, tal vez no tenga más significado que el de festejar embriagándose con vino, sidra o champán; para otros, será una oportunidad para reunirse con los parientes y compartir la cena, rodeados de afecto. Para unos, significará concretar un viaje soñado y para muchos otros, tal vez, los más desprotegidos, Navidad sea la única oportunidad de recibir bellos regalos de manos de voluntarios, que, en esta fecha, le entregarán a su trabajo desinteresado, más horas que el resto de los mortales.
Como vemos, a esta fecha tan especial le podemos dar tantos significados como formas existen para celebrarla, pero me permito hacer una sugerencia: festejemos como festejemos, preparémonos para asistir a un acontecimiento muy importante y vistamos nuestras mejores galas, porque en diciembre, todos comenzamos a vislumbrar un renacer en nuestras vidas y éso, sin lugar a dudas, ¡es digno del mejor festejo!